CRÓNICA A UNA ABUELA

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Margarita Está linda la mar

Tomado de: Memorias del XVII Juego Literario de Medellín. Experiencias de ciudad en el 2009

Ella goza contando que tiene más de ochenta años, pero que de mujer y madre ya pasó de los cien. Los sufrimientos no son pocos, y eso la endureció; ellos le templaron el espíritu, como dicen los filósofos. Cuando le conté en la primera clase que Esquilo decía que el dolor es el camino a la sabiduría, ella me respondió que ya lo sabía y que no conocía a ese tal señor. Y con ojos burlones declaró: “A veces no se necesita leer tanto para saber ciertas cosas”. Yo, por supuesto, guardé silencio ante la aprobación de las demás abuelas. Se llama Margarita y le encanta el poema que dice “Margarita está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar, yo siento en el alma una alondra cantar…”. Otra vez metí la pata contándole que eran versos de un poeta llamado Rubén Darío, pero poco le importo. Ella pertenece a la biblioteca de Granizal, al nororiente de Medellín, y el grupo de los abuelos se ha convertido en su mayor diversión. Las reuniones son para pasar bueno, piensa. Su caminar es lento porque ya el peso del cuerpo y de sus años se ha vuelto de hierro. Pero su expresión tiene la ligereza de una sonrisa alada. Todos la quieren, y yo también. Cuando se despide, sus besos son sonoros como el eco de una carcajada. Margarita es un testimonio fidedigno de lo que significa un Abuelo Cuenta Cuentos. Ese rótulo es para ella un oficio, que procura ejercer con amor, como ella misma confiesa, y con el compromiso y la disposición que le permite, a veces, su precaria salud. Es una mujer humilde en todo sentido, y todos los días, desde su ventana, presencia la guerra abominable de su barrio con la misma perplejidad de los niños, que a veces son los que empuñan las armas. Una guerra que pasa de acera en acera como un silencioso ángel negro que acaricia con su mortal guadaña. Leer a los niños (o jóvenes o adultos o ancianos) no desaparece el dolor ni el hambre ni la tristeza pero, por un momento, al compartir un buen libro de aventuras, si se logra olvidar, gracias a un divertido gesto de la mano de Margarita, que semeja el vuelo de un dragón que rapta a una princesa en medio de una noche estrellada.
Felipe Restrepo David.
Filosofo.
Universidad de Antioquia.